Ayer acabé en el hospital no como simple documentalista sino como portador de un magnífico ojo a la virulé producto de la incomprensión.
Todo empezó en casa de mi amigo Santi, quien se había ido a visitar a su madre y me había dejado a cargo de su hijo Paquito. “¿Y por qué no llevas también a ver a tu madre a Paquito, a la sazón su abuela?”, le había preguntado yo a Santi. “Porque mi madre no sabe de su existencia: ¿qué es mejor, que siga con su tranquilidad de anciana o que le dé un patatús en forma de nieto de físico prepúber y mente caótica?”. Visto así…
En definitiva: Santi, visitando a su madre; yo, con Paquito. La pregunta de este último fue breve y concisa:
PAQUITO: ¿Y qué pasa con las putas?
Me pilló por sorpresa, pero algo podría haberme olido yo a la vista del desarrollo de nuestros encuentros. Si una vez fuimos a tomarnos unas birras, y otra vez fuimos al cine y acabamos tomándonos otras birras, perfectamente el siguiente paso podría ser…
PAQUITO: ¿Qué pasa con las putas, Melchor?
YO: ¿Cómo que qué pasa con las putas?
PAQUITO: Sí. ¿Por qué se les da el protagonismo si son el sujeto pasivo de la acción? ¿Por qué el peso lingüístico no recae en los sujetos activos? Si yo mato a alguien, yo soy el asesino y la otra persona es la asesinada. Sería ridículo decir que la otra persona es la asesina y que yo “voy de asesinos”, al igual que se dice “voy de putas”.
O sea, la cosa iba simplemente de análisis morfosintáctico y no de puticlubs. Aunque, en vistas de la pregunta, no sabía yo si eso era un alivio. Opté por dejar correr mi sabiduría a través del método socrático:
YO: ¿Y cómo debería ser entonces?
PAQUITO: En este caso concreto, el verbo tendría que ser putar, de manera que el sujeto activo sería el putante, puto o putador; y el pasivo sería el putado, putando o putario. Si fuese una mujer esta última, como es frecuente, entonces sería la putada, putanda o putaria.
YO: ¿Qué sería entonces un putón?
Paquito cogió el diccionario.
PAQUITO: Entendiendo que puto sería el que va de putas, putón sería el hombre que mantiene relaciones sexuales con putarias a mogollón.
YO: ¿A mogollón las putarias o a mogollón las relaciones?
PAQUITO: Valdrían ambas cosas. El sufijo –ón, con valor aumentativo o intensivo como en el caso que nos ocupa, no especifica qué es lo que aumenta: si la frecuencia o la variedad.
YO: O la longitud.
PAQUITO: Eso se da por hecho.
YO: ¡Y tú qué sabrás!
PAQUITO: Volviendo al tema, creo que la abundancia de sufijos entorpece y dispersa la comprensión: putaria, putada, putanda, putera, putante… Por contra, el sufijo –ón u –ona es muy claro y expresivo, y debería servir para todo: putona, narizona, cabezona… Y también para verbos: machacona, ladrona (la perra que ladra mucho), tejona (la que teje mucho), cosona… Mira, ahí vuelve Santi de ver a su madre.
YO: Ah, pero ¿tú sabes que va a ver a su madre? Creía que no sabías nada.
PAQUITO: La que no lo sabe es ella, por el tema del patatús. A mí me da igual que una persona desconocida para mí sea mi abuela o no. Lo único que me fastidia un poco es que Santi está yendo a todas horas a verla. Cada vez que se lo pide, va. Cada vez que se lo pide, va. Cada vez que se lo pide, va. Ella, venga a pedir. Él, a ver a mamá…
Llegó Santi al salón.
SANTI: ¡Hola! ¿Qué tal estáis?
YO: Mira, Paquito. Ahí viene el mamón de ver a la pedona.
El resto ya lo sabéis.