jueves, 14 de febrero de 2013

COSAS QUE PASARON AYER (L)

Celebramos el cincuentenario de esta sección con un gran homenaje a la bobada gratuita de la mano de nuestro insigne colaborador Melchor Lasiesta. Esperamos poder alcanzar al menos otras cincuenta historias, para lo que seguiremos recibiendo en anonimosindocumentados@gmail.com los relatos de las cosas que os hayan pasado ayer. La biblioteca completa puede visitarse en www.cosasquepasaronayer.blogspot.com.



No sabía yo que el puño de Santi fuera tan fuerte o mi ojo tan débil, pero casi un mes después del malentendido morfosemántico lo blanco del ojo seguía sin ser lo blanco del ojo, y todo lo que hay por ahí alrededor -párpados, ceja, pómulo y, en fin, eso a lo que se llama arco nosequé- iba perfectamente a juego con unos tonos irisados la mar de bonitos si no fuese porque duelen. Explicado esto, parece comprensible que ayer volviera al hospital, ese mismo hospital en donde me dijeron “en un par de días lo tendrás bien” y ahora entiendo que se debieron referir a “bien amoratao” y, para ahorrar costes, se ahorraron el “amoratao”.

Ya era casi la hora de comer y llevaba sentado más de tres horas en la sala de espera del oftalmólogo, a la que había acudido con tanta antelación por mi conocido gusto por el documentalismo de lo absurdo, pero misteriosamente aún no había sucedido nada fuera de lo común, salvo que a un paciente le llamaron a su hora. Mi culo estaba a punto de tomar la configuración electrónica del aluminio cuando por fin la espera dio resultado. Gritos y lloriqueos se empezaron a oír cada vez con más fuerza por el pasillo hasta que llegaron a la sala en forma de madre e hijo. Creí reconocer a la madre y al hijo que un par de horas antes habían salido de la consulta. La madre, pija toda ella, llevaba el mismo estrambótico sombrero que la hacía inconfundible. El hijo, un hermoso objeto incrustado en un ojo: juraría que no lo llevaba cuando salió de aquí.

MADRE ESTRAMBÓTICA: ¡Matasanos, matasanos, asesino! ¡Miren lo que le ha hecho a mi hijo! ¡Que alguien nos ayude, por dios!

Hombre, suplicar “que alguien nos ayude” en un hospital parece un poco redundante, no sé… Para eso has ido, ¿no? Dejando al margen este inciso, que en este caso parece más un inciso-contuso, el caso es que el niño no dejaba de llorar, al menos por el ojo bueno, que el otro no era ojo ni era nada, y la madre estaba montando un espectáculo en la sala de espera a juego con el sombrero.

Salió alarmado el oftalmólogo de su consulta.

ALARMÓLOGO: Pero ¿qué globulinas pasa aquí?
MADRE ESTRAMBÓTICA: ¡Usted, usted es el culpable! ¡A usted quería verle yo! ¡Matasanos! ¡Asesino!
ALARMÓLOGO: Cálmese, por favor. ¿La conozco…? Ah, sí, ese sombrero… ¿No han estado aquí esta misma mañana?
MADRE ESTRAMBÓTICA: ¡Claro que hemos estado! ¡Ojalá no hubiéramos venido! ¡Mire cómo ha dejado a mi hijo! ¡Mire! ¡Se va a quedar ciego! ¡Asesino!

Esta mujer no se aclaraba con el léxico, ciertamente. Una cosa es dejar ciego y otra cosa es ser un asesino. Y, por otro lado, salvo que el incrustamiento de ese objeto en un ojo fuese algo contagioso al otro ojo, no le dejaría ciego al hijo, sino simplemente tuerto. Digo yo.

ALARMÓLOGO: Pero ¡qué esta usted diciendo! ¡A mí qué me cuenta! ¡Cuando salieron de aquí, su hijo no tenía eso en el ojo!
MADRE ESTRAMBÓTICA: ¡Pues claro que no! ¡Ese es el problema! ¡Mi hijo salió de aquí sano y, por seguir sus instrucciones, mire cómo esta ahora! ¡Asesino! ¡Matasanos!
ALARMÓLOGO: ¿Por seguir qué…? ¿Mis instrucciones? Pero ¿qué es eso que tiene su hijo en el ojo? ¿Un sacapuntas? ¿Un estuche? ¿Un abrelatas?
MADRE ESTRAMBÓTICA: ¡No se haga el noruego! ¡Le he puesto a mi hijo lo que usted me indicó!
ALARMÓLOGO: ¿Que qué? ¿Lo que yo le indiqué? ¿Encima no ha sido un accidente? ¿Se lo ha puesto usted queriendo?
MADRE ESTRAMBÓTICA: ¡Claro que se lo he puesto yo! ¡Siguiendo sus indicaciones!
ALARMÓLOGO: Pero ¡qué dice, mamarracha! ¡A ver, hijo, ven aquí, que te lo quito ahora mismo!

Agarró el oftalmólogo al chaval antes de que la madre se lo pudiera impedir, le echó su experta mano al ojo y, de un seguro tirón, le quitó el objeto que allí se alojaba. La pobre criatura pareció aliviada al momento.

ALARMÓLOGO: ¡La madre del cordero! ¡Si es un coche de juguete!
MADRE ESTRAMBÓTICA: Pues claro, a ver si cree que le iba a poner el Porsche de verdad, que hoy lo tiene mi marido…
ALARMÓLOGO: ¡Burra! ¡Un parche, un parche para el ojo vago! ¡No un Porsche!
MADRE ESTRAMBÓTICA: Ah, yo creía que, como era vago, era para acelerarle el desarrollo…

Podría adornar el final de la historia con algún comentario sarcástico, pero me temo que la estropearía. Creo que lo mismo pensó la chica que estaba sentada a mi lado, que me miró con su ojo bueno y se limitó a decir “bah…”.

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