domingo, 18 de noviembre de 2012

COSAS QUE PASARON AYER (XLIII)

Relato de rabiosa actualidad el que nos hace llegar Dulcinea O’Callaghan. Enviadnos a anonimosindocumentados@gmail.com las cosas que os hayan pasado ayer. Todas las historias, en www.cosasquepasaronayer.blogspot.com.



-¿Jugamos? -me soltó Flori ayer de golpe, apartándome el períodico de un manotazo, como si hubiera estado esperando esta ocasión durante varios días.
-A qué.
-¿Tú estás a favor o en contra de que Cataluña deje de ser España?
-Me la suda. Es más: si hubiera un hipotético referéndum a nivel nacional planteando esta pregunta y dieran estas tres posibles respuestas (a favor, en contra, me la suda), estoy segura de que ganaría esta última: me la suda. Recalcando la “s”. Me la sssuda.
-¿Tú crees? Lo dudo. En mi opinión, ganaría el “en contra”.

Hubo una primera pausa en la conversación, aprovechada por ambas partes para tomar un sorbo a sendos cafeses. Seguidamente, volví al hilo de la cuestión.

-¿Qué pasaría si solo fueran válidas las papeletas que tuvieran, además de la opción elegida, un razonamiento que acompañara a la respuesta?
-¿Qué tipo de razonamiento?
-No sé… Estoy en contra porque… lo que sea.
-Un gran razonamiento, sin duda.
-¿Lo ves? Ahí quiero llegar. Si a mí, que me tengo por una persona de capacidad argumental media-alta, me resulta difícil encontrar motivos a bote pronto, imagínate a nivel nacional.
-¿Habría que razonar incluso el “me la suda”?
-Pues sí. Y me temo que lo más coherente que se podría llegar a leer en una papeleta sería “me la sssuda porque me la trae fffloja”.
-Es posible.

Otra pausa.

-Y en concreto, ¿a qué querías jugar, Flori?
-A imaginar cuál sería la moneda de Cataluña si dejara de pertenecer a la Unión Europea y, consecuentemente, si ya no tuviera el euro.
-Volverían a la peseta.
-¡Ja, ni de coña! ¿Tú crees que se separan de España para volver a la peseta, que es más de Franco que las gallinas?
-Pues dime tú si no. Se tendrían que inventar una.
-¿Cómo la llamarían, Dulcinea? Ese el juego que propongo.

Otra pausa. Un buen trago. Media taza vacía.

-Yo es que creo que no tendrían ni moneda, con lo tacaños que son.
-Sí, mujer, sí la tendrían. Y probablemente más de una, por la misma razón. Mira, yo creo que la llamarían el dalí.
-¿Y por qué?
-Porque suena bien: suena a maravedí. Y, además, viene a cuento. ¿No es una moneda el bolívar? Pues el dalí. ¿Cuánto cuesta ese coche? Cien mil dalíes. Suena bien.
-¿Se diría dalíes o dalís?
-Dalíes.
-¿Y en catalán también?
-Yo qué sé en catalán…
-Dalises.
-¡Eso, dalises! Pero ya no suena tan bien. ¿Cuánto cuesta ese coche? Cincuenta mil dalises. ¿La mitad que el otro? Es que es un coche para paletos.

Flori es un hacha razonando. Hubo otra pausa. Contraataqué.

-Pues yo creo que la llamarían el messi. ¿Cuánto cuesta ese coche? ¡Un millón de messis!
-Ya, pero ¿qué dirían los argentinos? Sería como una expoliación de las de hace cinco siglos. No, no creo que la llamaran el messi.
-Tú haz una encuesta en Barcelona. Mira el gol que acaba de meter…

En la tele del bar jugaba el Barsa contra no sé qué otro equipo, quizá ninguno.

-Ya estás otra vez con las encuestas… Pues yo la llamaría el gaudí.
-Pero ¿no era el dalí?
-Gaudí, dalí… Qué más da. Yo, de pequeña, hasta creía que eran el mismo.
-Artur se llama el que está ahora con todo este tinglao, ¿verdad?
-Je, ¿insinúas que la moneda se llamaría así?
-Yo creo que para eso lo está haciendo. ¿Cuánto le debo? Nueve artures con noventa y nueve arturitos.
-Pffffff… ¡Eso suena horrible! -Flori estuvo a punto de atragantarse.
-A ver si un duro y cuatro pesetas sonaba mejor…
-Pues…

La conversación empezó a degenerar sin control a partir de ese punto, si es que no lo había hecho ya hacía rato. Con los cafeses ya terminados y los bostezos a pie de boca, decidimos levantar las posaderas. Le tocaba pagar a mi amiga y no se le ocurrió otra cosa que recortar, con las tijeras que llevaba en el bolso, un trozo rectangular del periódico en el que salía una pequeña fotografía del tal Artur.

-Hala, cóbrame -le dijo al dueño del bar dejándole el recorte sobre la barra. Tras el incidente del atraco, lo recordaréis, habíamos cogido cierta confianza con él, lo que nos permitía realizar bobadas como esta sin temor al ridículo.
-Ni hablar del peluquín -nos respondió después de darle varias vueltas-. Aún no sé qué hacer con el ibarretxe que alguien me endiñó hace unos años. ¡Y yo pensando que se iba a revalorizar! Así que, si no os importa pagarme en euros…

Flori me hizo un claro gesto con esos ojos saltones que tiene y pagó con un billete de 5 euros y media sonrisa.

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