martes, 28 de febrero de 2012

COSAS QUE PASARON AYER (XVI)

Escalofriante historia del ya famoso amigo Melchor Lasiesta. Os animamos a que, como el bueno de Melchor, nos contéis las cosas que os pasaron ayer (anonimosindocumentados@gmail.com). Para leer todos los relatos, basta con pinchar en www.cosasquepasaronayer.blogspot.com.



Supongo que recordéis la taza de cuatro asas que me compré en los chinos. Supongo también que os resulte fácil imaginar, si es que nunca habéis visto una, cómo es una taza de cuatro asas: es una taza normal, redonda, con cuatro asas alrededor equidistantes. Lo que ya no puedo pediros es que imaginéis cómo me las maravillé para meter, en las cuatro asas, cuatro de mis gruesos dedos (sendos pulgares y corazones) y después no poderlos sacar. Yo tampoco sé cómo lo hice, pero así ocurrió. Tela.

Venga a sacudir aquí y allá, venga a hacer torsiones, y lo único que conseguía era agudizar el dolor con cada uno de los intentos por escapar de mi propia torpeza. Esposado por una taza de desayuno, joder. Menos mal que aún no la había metido en el microondas y estaba vacía y sin abrasar.

Dicen que los anillos salen con agua jabonosa o con aceite, pero imaginaos, por favor, mis intentos por coger una pastilla de jabón o una botella de aceite Careful con mis manos de la guisa ya descrita. Un circo. La única solución que se me pasaba ya por la cabeza era estampar la taza contra cualquier objeto sólido, pero la idea de destrozar tanto mis manos como la taza no me resultaba nada atractiva.

Hay un hospital cerca de mi casa, a una distancia que se puede salvar sin conducir. Con la esperanza de poder usarlas a la vuelta, me metí las llaves de casa con la boca en el bolsillo de la camisa; para evitar la mirada de los curiosos, me tapé los brazos con una manta como si llevara a un bebé; y, usando codos y pies, salí dando un portazo. Llegué a Urgencias sin más contratiempo que algún que otro cabezazo.

YO: Miren lo que me ha sucedido, ¿pueden ayudarme?
ENFERMERA MEDIOBOBA: Dios mío… Acompáñeme, que vamos a hacerle una radiografía.
YO: Pero ¿para qué quiere sacarme una radiografía? Lo que yo quiero es que me saque los dedos.
ENFERMERA MEDIOBOBA: ¿Me va a decir usted lo que tenemos que hacer? Hay que seguir la normativa ISO y el Protocolo de Habsburgo.
YO: En fin, me parece innecesario, pero usted sabrá, que para eso habrá ido de Erasmus.

Total, que me hicieron una radiografía del conjunto cerámico-dactilar. La enfermera medioboba vino acompañada de una supuesta doctora y de un residente observador para darme los resultados.

SUPUESTA DOCTORA: Puede usted marcharse tranquilo a casa: no tiene nada de nada.

Me mostró la radiografía, en la que únicamente podían verse mis manos con los dedos aparentemente en disposición preparatoria para la levitación.

YO: ¿Y la taza?
SUPUESTA DOCTORA: ¿Qué taza? Aquí no se ve ninguna taza.
YO: ¡Esta!

Les pasé la taza a los tres por delante de sus narices alternativamente.

ENFERMERA MEDIOBOBA: Será un efecto óptico. Los Rayos X dicen que no hay ninguna taza.
YO: ¡¿Un efecto óptico?! ¡¿Y esto?!

“Clac, clac”. Golpeé la taza contra los hierros de una camilla.

ENFERMERA MEDIOBOBA: Eso es un efecto sonoro.
YO: Ah, ¿sí? ¿Quieren ver un efecto táctil?
SUPUESTA DOCTORA: No hace falta… Por favor, baje los brazos.
YO: Sí, vamos a calmarnos, que sólo faltaría que me pusiérais un embudo sobre la cabeza. Veamos. Se me ocurre a mí preguntar, en un momento de inspiración entre arrebato y arrebato, si es posible que la porcelana o el material del que esté hecho la taza no haya sido captado por los Rayos X. ¿Qué opinan de esa posibilidad?
SUPUESTA DOCTORA: Eso habría que comprobarlo haciendo una radiografía a la supuesta taza.
YO: Pues vamos a ello.
ENFERMERA MEDIOBOBA: ¿Puede usted quitarse la taza y dejárnosla para someterla a los rayos?
YO: Enfermera, es usted medioboba.
ENFERMERA MEDIOBOBA: Y usted mediolisiado.

Otra vez follón. Con todas estas cosas que me pasan y que me da por escribir, pensaréis que soy un polémico y que me gusta ir por ahí buscando batalla física y verbal, pero lo único que hago es ponerme enfrente de un mundo que no me entiende.

RESIDENTE OBSERVADOR: Si me permiten, creo que he dado con una solución que, de hecho, puede servir para matar dos pájaros de un tiro.
YO: Muy importante ha de ser para que abra usted la boca con la cara de lameculos que tiene… Adelante.
RESIDENTE OBSERVADOR: Con la venia. Lo que va a hacer usted es salir por aquella puerta, que es la puerta principal del hospital. Allí se va a quedar apostado cinco minutos. Acto seguido, va a volver a entrar y va a subir directamente por esos ascensores a la última planta. Una vez allí, primer pasillo, primera puerta a la derecha. Es el despacho del Gerente del hospital.
YO: ¿Eh?
RESIDENTE OBSERVADOR: Ya me ha oído usted. Salga ahora por esa puerta y haga lo que le he dicho. No se preocupe; la puerta es automática.

Huelga describir mi perplejidad, pero aquello no era más descabellado que todo lo anterior… Salí por la puerta principal del hospital y allí, en fin, me aposté.

VISITANTE CUALQUIERA: Uy, pobrecito, qué mala cara tiene, toda roja… Tome.
YO: Oiga, que no… Que no estoy pidiendo.
VISITANTE CUALQUIERA: Uy, qué modesto, qué tímido… Tome, tome.

Así cayeron las primeras monedas. Cinco minutos después la taza estaba llena. Me dirigí entonces a los ascensores, clinclín, clinclín, clinclín. A la última planta, clinclín. Al primer pasillo, clinclín, primera puerta a la derecha, clinclín, y entré.

YO: Buenas tardes, señor Gerente. Más sorprendido estoy yo.
GERENTE: ¡La leche! ¡La subvención autonómica! ¡Por fin!

Se abalanzó sobre mí y en un visto y no visto mis manos estaban liberadas.

YO: Bien… ay… ¿Me devuelve al menos la taza?

Dos pájaros de un tiro. Al residente observador caralameculos le veo futuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario