domingo, 12 de agosto de 2012

COSAS QUE PASARON AYER (XXXIV)

Pues nada; Melchor Lasiesta se empeña en hacernos creer las cosas que le pasan. Sigue intentándolo, Melchor. Vosotros también podéis usar nuestro correo electrónico (anonimosindocumentados@gmail.com) para relatarnos lo que os haya sucedido ayer. Todas las historias recibidas hasta el momento pueden leerse en www.cosasquepasaronayer.blogspot.com.



Ya sabéis que hace unas semanas visité al oftalmólogo y, anécdotas colaterales aparte, me cambió la graduación de las gafas. Llevo años escuchando que, a mi edad, se supone que la miopía ya debe estar estabilizada, pero se ve que la mía se rige según la famosa prima de riesgo. Así las cosas, ayer por la tarde fui a la óptica a escoger unas monturas acordes a mi punto de vista.

Óptica “Puente Romano” está junto al puente romano de la ciudad. Como nombre no está mal si lo que quieres es localizar fácilmente el negocio. Su logotipo son unas gafas sobre un tabique nasal, que mucha relación no le veo con el nombre de la óptica, salvo que la napia pertenezca a Nerón o a algún otro de los de su época, lo que tampoco tendría sentido, la verdad, teniendo en cuenta lo reticiente que era la gente de aquellos tiempos a usar gafas.

Sentado frente a un espejito estaba yo, en un continuo quitar y poner de monturas, asesorado por una dependienta quizá con muy buenas intenciones, pero muy mal criterio. Además, era un poco aguafiestas. Unos estampados sobre la monótona bata blanca no le habrían venido mal para aligerar su cara de mala uva. En eso estaba pensando mientras me quitaba la muestra trigésimo novena cuando entró en la óptica un ser extraño con unas gafas extrañas, demasiado pequeñas a mi juicio. Pronto se convirtió en el centro de atención.

SER EXTRAÑO: Bienaventurados todos seáis. Ah, la paz. Ah, la armonía. Ah, nuevamente la paz.

Su voz era dulce, nada estridente ni altisonante, más bien al contrario. Pero conseguía hacerse entender con meridiana claridad entre los murmullos de los allí presentes. Su rostro iluminaba la sala como el chorro de luz con que te examinan las pupilas.

SER EXTRAÑO: Qué maravilloso día. Flores y salvas, hermanos todos, flor de pascua y aroma de alhelí. Ah, la paz celestial. Ah, la paz terrenal.

Levitaba sobre la alfombra de la óptica. Sus brazos y manos se movían como arrastrados por una suave marea. La dependienta interrumpió aquel discurso conciliador.

DEPENDIENTA AGUAFIESTAS: ¿Deseaba usted, caballero?
SER EXTRAÑO: Deseo la paz para la señorita y para todos los aquí presentes. Un mundo de optimismo y vitalidad se abre a nuestros pies y…
DEPENDIENTA AGUAFIESTAS: Ha entrado usted en una óptica, no en el podólogo.
SER EXTRAÑO: Lo sé, lo sé, enigmática ninfa. Conozco este lugar. Loas para este lugar. Estuve en este lugar en otra vida, en otra vida…
DEPENDIENTA AGUAFIESTAS: ¿Que estuvo aquí en otra…? ¡Ahora caigo! ¡Puaf, estuvo usted aquí hace un par de horas y se compró esas gafas!
SER EXTRAÑO: Ah, un par de horas. Ah, en otra vida. Dancemos, dancemos al son de la felicidad…

La dependienta le sujetó con fuerza por los hombros para cortar el incipiente bailoteo.

DEPENDIENTA AGUAFIESTAS: ¡Pare un momento, por dios! ¡Me va a ahuyentar a la clientela!
YO: Nada más lejos. De hecho, yo estoy muy a gusto tomando nota mental de todo esto para después poder…
SER EXTRAÑO: Ah, los arcángeles me mecen…
DEPENDIENTA AGUAFIESTAS: Pero ¿qué es lo que quiere usted? ¿Quiere reajustar las gafas? Se le ven pequeñas, ¿es eso?
SER EXTRAÑO: Ah, cuánta belleza encerrada en tan poca esencia… Os quiero a todos. La vida es el clímax de la existencia humana…

Esa última frase no llegué a comprenderla muy bien, pero bueno. La dependienta aguafiestas le echó mano a la cara y le quitó las gafas al ser extraño, quien se tranquilizó al momento, como si le hubieran disparado una anestesia de rinoceronte. Sobre la piel de su rostro quedaron al descubierto unas evidentes marcas, fruto de la presión de aquellas gafas que le venían muy pequeñas sin ninguna duda.

DEPENDIENTA AGUAFIESTAS: Hala, menudas marcas. Estas gafas le están muy pequeñas.
YO: Eso ya lo había pensado yo desde el principio, dependienta aguafiestas.
DEPENDIENTA AGUAFIESTAS: Usted calle y siga probándose las suyas. A ver, ser extraño, ¿cómo es posible que le queden sus gafas tan pequeñas si se las acaba de comprar?

No hubo respuesta.

DEPENDIENTA AGUAFIESTAS: Bien, déjeme mirar su ficha, que todavía la tengo sobre la mesa… ¡Anda! ¡Si estas gafas no eran para usted! ¡Se llevó por error unas de niña que teníamos preparadas para una entrega de mañana! ¡Además, la graduación de los cristales no tiene nada que ver! ¡No sé cómo podía ir por la calle con la visión tan distorsionada!

Sacó de una funda unas gafas tamaño adulto y se las puso al ser extraño, aún inmóvil. Le quedaban estupendas.

DEPENDIENTA AGUAFIESTAS: Hale, problema resuelto. Ya verá cómo lo ve todo ahora tal cual.

El ser extraño bajó la cabeza, apagó la iluminación de su faz, salió compungido de la óptica y, sin pensarlo dos veces, se tiró por el puente romano.

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