viernes, 14 de diciembre de 2012

COSAS QUE PASARON AYER (XLV)

Agarrémonos a lo que podamos ante este tremendísimo relato de Dulcinea O’Callaghan. En anonimosindocumentados@gmail.com recibiremos también vuestras narraciones de lo que os haya pasado ayer. Todas las historias están a un clic en www.cosasquepasaronayer.blogspot.com.



A todo llorar se pasó la mañana de ayer en la oficina la rubia de bote con un paquete bajo el brazo.

-Pero qué te ocurre, mi vida -le preguntaba una y otra vez mi otra compañera, la tonta del bote, acercándole un pañuelo moquero a la nariz y otro al paquete, que parecía como que también moqueaba, ciertamente. Será tonta del bote, pero es solícita y servicial como una mula entrenada.
-¡Buaaaa! ¡Buaaaa! -le respondía incapaz de articular otra cosa.

Ya al final de la jornada, y ante la insistencia de la tonta del bote, la rubia de bote dejó caer el paquete sobre el escritorio y su contenido se…, cómo lo diríamos, se desparramó junto al teclado como el blandiblup.

-¡Buaaaaa! ¡Esto es lo que me ha dejado mi marido como regalo de aniversario en la mesita del recibidor, para que lo viera al salir de casa! ¡Buaaaa! ¡Y él se ha quedado tranquilito en la cama, “preparándose para una dura tarde de trabajo”! ¡Buaaaaa! ¡Si lo llego a saber, se lo tiro a la cara! ¡Buaaaaaaaa!

Yo no entiendo mucho de biología, lo justo para comerme lo de dentro del mejillón y no la cáscara, pero que me aspen si aquello no era un corazón de los de verdad, con sus aurículas y ventrículos y todas esas cosas entre rojizas y negruzcas que dan tanto asco si uno no está acostumbrado a lo asqueroso. Y, por el tamaño, o era humano, o de cerdo o algo similar. No latía por motivos obvios, pero sólo le faltaba eso y hablar.

-Me bastaba con que me lo hubiera dibujado en un papelito, ¡buaaaaaaa!, pero el muy basto me lo ha tenido que dar en dos dimensiones, ¡buaaaaa! ¿Tanto me odia? ¡Buaaaaaaaaa!

No estaba la cosa para discutir sobre los ejes cartesianos en ese momento: la verdad es que había que ser miserable para hacer un regalo de esa naturaleza tan orgánica. Mira tú por dónde, creo que por primera vez la rubia de bote me dio pena. Se fundía en ese momento en un abrazo y en un mar de lágrimas compartidas con la tonta del bote. Tuve que mirar para otro lado a fin de buscar la inspiración para un comentario de talante adecuado para la ocasión.

-Creo que no has sabido captar la sutileza del detalle -le dije con determinación-. Este corazón es mucho más que un simple regalo: es un símbolo de todo lo que significas para tu marido. La fuerza del músculo, el ímpetu de la sangre, la delicadeza del corazón. Todos esos vasos sanguíneos que entran y que salen, indudable metáfora de los laberintos de la vida que sólo se superan con amor. Ese tejido de textura tan… tan… eh… ¡Ese tejido tan vivo, que evoca lo viva que está vuestra relación! ¡Un corazón arrancado de su cuerpo, porque tu hombre se arrancaría el corazón por tu amor! ¡Qué mejor regalo que el que tienes ante tus ojos! ¡Llora, pero llora de alegría!

O sea; un discurso de Montoro habría sido más creíble, pero algo le debió de llegar a la rubia de bote, y a la tonta del bote en solidaridad, porque ambas se abalanzaron sobre mí dándome las gracias, y mil besos y todas las muestras de sincero afecto que dos almas recién salvadas pueden dar. Yo ya me estaba agobiando un poco, en parte por el pringue que llevaba a cuestas la susodicha, cuando sonó un móvil. El de la susodicha.

-Sí… Sí… Ahhh… Vaya… Bueno… Pues hasta mañana… Un beso, amor.

La rubia de bote hizo un gesto que podría ser interpretado de tres o cuatro formas diferentes, pero que yo definiría como de “hay que ver qué hombre este…”.

-¿Qué es lo que pasa ahora, mi vida? -quiso saber de inmediato la tonta del bote.
-Mi marido, que no se entera y lo pierde todo. Que no sabe dónde está lo que había dejado en casa para el transplante y que ahora tiene que ir a Boston a buscar a otro donante y probablemente no pueda volver a casa hasta manaña como pronto.
-Ay, estos maridos… Si es que son medio bobos…
-Pues sí, ay… Pero se les perdona porque son capaces de hacer regalos tan maravillosos como este, aunque sea a destiempo, porque en realidad el aniversario es la semana que viene…
-Ya te digo.

Una vez que se me pasó el ataque de “cielos, no me lo puedo creer” -que no duró mucho porque a estas alturas ya me creo casi todo, especialmente de estas dos especímenes-, me debatí unos segundos entre hablar o callarme, y al final decidí que esta era una de esas tantas ocasiones en la vida en que hay que dejar que el manto de la ignorancia siga envolviendo suavemente la desdicha de la inteligencia.

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