jueves, 27 de diciembre de 2012

COSAS QUE PASARON AYER (XLVI)

El gran Melchor Lasiesta nos felicita las Navidades a su manera, con un aparentemente absurdo relato del que podrían desprenderse varias moralejas. Aunque, no por absurdo, deja de ser totalmente verídico, por supuesto. Ya sabéis que en anonimosindocumentados@gmail.com podéis contarnos las cosas que han pasado ayer. Esta historia y las otras cuarenta y cinco que a día de hoy hemos recibido componen www.cosasquepasaronayer.blogspot.com.



A reventar a turrones. Así me he puesto estos últimos días. Sin conocimiento. Pimpán, pimpán. Todos para mí. ¿Para qué pasar las Fiestas acompañado pudiendo hacerlo solo y sin necesidad de compartir nada? Bah, la gente es que es medio boba… El caso es que ayer por la tarde fui a darme un garbeo para ver si así me bajaba un poco la tripada. Estaba tan hecho polvo que al final decidí sentarme en un banco en mitad de la calle para ver si también se podía hacer la digestión sin tener que cansarse uno.

No hicieron falta más de dos minutos para que en la acera paralela -por no decir la de enfrente- se empezara a desarrollar uno de esos acontecimientos que a ningún buen documentalista se le pueden pasar por alto. Un hombre en silla de ruedas, enormes ambas entidades, se detuvo junto a una papelera y se sonó la nariz en un enorme pañuelo de papel que se sacó de un enorme bolsillo. Sobra decir el tamaño de la nariz y de los consiguientes mocos. Por allí pasaba también en ese momento una muchacha cuya pelambrera se agitaba con el viento sur.

MOCOMÁN: Perdone, señorita: ¿sería tan amable de ayudarme, por favor?
MUCHACHA VOLÁTIL: Cómo no. Dígame, a ver.
MOCOMÁN: Pues resulta que quiero tirar este papel a la papelera, pero no alcanzo porque está muy alta. Deberían ponerlas más bajas para que la gente como yo pudiera usarlas. ¿Haría el favor de tirarlo por mí?
MUCHACHA VOLÁTIL: Eso que cuelga no serán efluvios nasales, ¿verdad?
MOCOMÁN: En fin; lo que sale de la nariz es lo que sale de la nariz…
MUCHACHA VOLÁTIL: Pues perdóneme, pero le va a ayudar la Santísima Trinidad, so tío asqueroso.

Hubo a continuación unos intercambios dialécticos algo subidos de tono que, en esencia, podrían resumirse en los siguientes argumentos:

MOCOMÁN: Cómo puedes negarte a ayudar a un impedido, grandísima desgraciada. Así te mueras tú y tu árbol genealógico.
MUCHACHA VOLÁTIL: Tu mocada te la guardas en la entrepierna y la tiras por el retrete cuando llegues a tu pocilga si es que antes no se ha hecho carámbano.

Interesantísimo dilema ético-moral. ¿Qué pesa más: el bienestar que se siente al ayudar al prójimo o un moco? ¿Se podría estudiar esto en Educación para la Ciudadanía?

MUCHACHA VOLÁTIL: Trate de encestarlo como si fuera la bomba Navarro y déjeme en paz.
MOCOMÁN: Con este viento a lo mejor va a parar a tu careto, mira tú por dónde.
MUCHACHA VOLÁTIL: Ahí tiene razón, fíjese usted que cuando tiene razón se la doy.

En estas que aparece de visita la policía local, que siempre es local aunque venga de visitante, qué cosas. Mocomán les explica el caso y les pide que detengan a la muchacha volátil, que para entonces ha hecho honor a su nombre y se ha esfumado dejándole con el moco colgando del pañuelo. Los dos policías intentan convencerle de que eso no es un delito, a lo sumo una falta de civismo, y no la pueden detener. Mocomán, contrariado, les dice que al menos le ayuden a tirar el papel a la papelera. Los policías se miran de reojo: hazlo tú; no, hazlo tú; tú eres el jefe y te toca a ti; yo soy el jefe y te lo mando a ti… Total, que optan por la solución más salomónica que se les ocurre y agarran la silla de ruedas cada uno por un lado para levantar a Mocomán hasta la altura de la papelera. Mocomán pesa un quintal, silla de ruedas aparte, y los policías se hernian sin haber izado el armatoste siquiera un milímetro del suelo. Yo habría echado una mano, pero ya he comentado que tenía la barriga llena… No, no habría echado una mano, para qué engañarnos. Llaman a la ambulancia y a los bomberos. Llegan ambos vehículos diez minutos después y tardan otros diez minutos en la disputa para ver quién lo dejaba peor aparcado. La ambulancia se lleva a los policías herniados y los bomberos colocan una escalera entre Mocomán y la papelera.

Primero empujan entre tres bomberos. Descuajeringamiento triple. Hay que llamar a otra ambulancia, que la primera ya se ha ido y además no cabrían. Después, los bomberos que quedan ponen en marcha una especie de motor que, enganchado a la silla de ruedas y por un sistema de poleas y cables de acero, consigue tirar de Mocomán a través de la escalera, pero esta cede en el punto medio del trayecto hacia la papelera. Mocomán se desploma sobre la acera. Afortunadamente no sufre daño alguno, no así la acera. En ningún momento Mocomán ha soltado de su mano el pañuelo enmocado. Los bomberos se dan por vencidos. Es imposible llevar el papel de las narices hasta la papelera. No hay solución.

Llega el barrendero en su ronda diaria. Coge la papelera, la desengancha de su soporte y se la acerca a Mocomán a la altura de su mano.

¡Felices Fiestas!

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