jueves, 26 de enero de 2012

COSAS QUE PASARON AYER (XIII)

Ilustrativa historia de nuestra fiel colaboradora Dulcinea O’Callaghan sobre cómo está el panorama en el mundo. Podéis contarnos las cosas que os pasaron ayer en anonimosindocumentados@gmail.com, y leer todos los relatos en http://www.cosasquepasaronayer.blogspot.com/.



No había tenido la ocasión hasta ahora de hablaros de mis dos compañeras de oficina: la rubia de bote y la tonta del bote -aunque a veces las confundo-. No son mala gente, en realidad, y cumplen todas las órdenes a rajatabla, pero tienen una relación amor-odio entre ellas de lo más curioso. Son como la cara y la cruz de una misma moneda. Yo soy el canto.

Siempre están llevándose la contraria, incluso en los aspectos menos polémicos que os podáis imaginar. Valga como ejemplo lo que sucedió ayer en el trabajo.

Alguien que no fue quien escribe dejó por descuido un bote lleno de bolígrafos sobre un radiador encendido. La tinta se salió de los tubitos de cristal y pringó todo el bote por dentro, lo cual a mí me resultó extremadamente gracioso habida cuenta de cómo se llaman mis compañeras de trabajo, quienes hicieron gala de su valía cuando se abalanzaron sobre el bote para disputarse el único bolígrafo con capuchón de Hello Kitty, y lo que consiguieron fue llenarse de tinta hasta los metacarpos. La pena es que no estaba el jefe, con quien suelo compartir punzantes comentarios sobre este tipo de payasadas aprovechando la nula capacidad de mis compañeras para captar indirectas.

Allá que fueron al cuarto de baño para lavarse mientras no dejaban de echarse mutuamente la culpa. Yo me quedé en mi escritorio, claro, por lo que a partir de ahí solo las pude oír, pero me las imaginaba perfectamente.

-Vale; y ahora que estamos todo enjabonadas, ¿quién va a ser la que abra el grifo? -comentó una de ellas.
-Tú lo que quieres es que lo haga yo para que después tenga que quitar también el jabón del grifo, so lista. Pues lo llevas claro.
-La última en abrirlo fui yo, y tú lo cerraste. Ahora te toca a ti abrirlo y a mí cerrarlo.
-De eso nada. Si tú lo abriste antes, lo abres también ahora, que habrás cogido ya el tranquillo.
-Se me está escurriendo el jabón por el antebrazo. Abre el grifo de una vez.
-Ya, claro. Lo dices porque está el mando a tope a la izquierda y quieres que me queme.
-So boba; si está a la izquierda, saldrá el agua fría.
-Eso será en las antípodas, so mema. De toda la vida el agua caliente sale con el mando a la izquierda.
-Pero ¿cómo eres tan lerda? Caliente es a la derecha, lo dice la propia palabra.
-¡Izquierda!
-¡Derecha!
-¡Izquierda!
-¡Derecha!
-Mira, lo voy a abrir. ¿Ves cómo sale fría?
-¡Estúpida! ¡Sale hirviendo! ¿No ves el vapor? ¡Como para meter ahí las manos!
-¡El vapor es porque sale congelada, como cuando respiras en la noche!
-¡Hirviendo!
-¡Congelada!
-¡Hirviendo!
-¡Congelada!

En estas llegó el jefe. Me preguntó con la mirada qué pasaba mientras se quitaba la chaqueta, y yo me encogí de hombros. De las paredes del cuarto de baño no dejaba de escucharse la disputa verbal “hirviendo, congelada, hirviendo, congelada”. El jefe, harto ya de los gritos y sin saber de qué iba la discusión, se plantó en la rendija de la puerta del cuarto de baño y voceó:

-¡A ver, aclaraos de una vez!

Y se abrasaron.

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