martes, 15 de noviembre de 2011

COSAS QUE PASARON AYER (II)

Dulcinea O’Callaghan se une al grupo de los Anónimos Indocumentados y, a través de nuestro correo electrónico (anonimosindocumentados@gmail.com) nos relata su experiencia de ayer. Podéis ver todos los relatos en http://www.elblogdelosanonimosindocumentados.blogspot.com/.



Ocurrió ayer que, caminando yo por el monte, un árbol me llamó particularmente la atención. No sé si fue por su relativo aislamiento respecto a los demás, no sé si porque tenía un pequeño círculo rojo pintado en el tronco o quizá porque en ese momento el subconsciente me trajo a la memoria aquella historia que me habían contado sobre una chica que abrazaba a los árboles para llenarse de energía. En realidad, esa historia siempre me había parecido una patochada: un abrazo a un árbol de lo único que te puede llenar es de resina, de bichos o simplemente de mierda. Pero lo cierto es que sentí una extraña atracción hacia ese árbol, como si con sus propias ramas me estuviera invitando al abrazo, como si ese círculo rojo fuera un corazón palpitando por mí.

Me acerqué un par de pasos y miré a mi alrededor para cerciorarme de mi absoluta soledad en el bosque. Si nadie me veía haciendo el ridículo, era como si no lo hiciera. Así pues, di un par de pasos más, cerré los ojos y me dejé caer de bruces, pero con cuidado, sobre aquel curioso árbol del tronco marcado con un pequeño círculo rojo.

No sentí nada especial más allá de la aspereza de su piel. Esperé unos segundos antes de volver a separarme de él y me sacudí la chaqueta por acto reflejo. A lo mejor la energía que me había transmitido no podía apreciarla al instante. Sin embargo, pensé que lo más fácil es que sencillamente hubiera hecho el canelo.

Le di la espalda al árbol para proseguir mi camino y me detuve en seco con los ojos clavados en el suelo. ¿Qué era aquel papel grisáceo entre la hojarasca? Me agaché, lo cogí, lo desdoblé y comprobé boquiabierta que era ¡un billete de cincuenta euros! ¿Cómo era posible? Le di la vuelta varias veces entre mis dedos: era auténtico sin ninguna duda. ¡Bonita forma de energía! Me sentí la protagonista de un cuento de hadas y le di un enoooorme beso al billete.

Por arte de magia, los cincuenta euros se transformaron en una preciosa hoja de roble.

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